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28/09/2014
Filosofia
"Érase una vez dos pueblos" de dondecabentres

La menguante historia de la ciudad creciente

 

Existió una vez un pueblo que iba menguando a medida que iba pasando el tiempo. No es que se derribaran casas o que sus habitantes se marcharan a otros sitios porque sí. Es difícil de explicar, pero lo que en Rivas – Vaciamadrid sucedía era que los espacios se achicaban a cada hora, a cada minuto, a cada segundo.

Allí a lo alto se divisaba hace mucho tiempo una iglesia soberbia con un campanario superlativo. Cinco años después, la cúspide del edificio quedaba a dos metros de la altura del suelo. La mayoría de habitantes cogieron sus maletas, cada vez más pequeñas, y se marcharon a ciudades más grandes por miedo a que llegara el día en que no cupieran en sus propias casa.

Todavía hoy me acuerdo, aunque con diminuta memoria, de cuando era un niño y correteaba por las calles y por las praderas que había en los alrededores de mi casa. Mi padre salía al jardín a buscarme, agachándose tanto como podía para no topar con el cenit de la puerta y me invitaba a volver a casa antes de que la comida se encogiera tanto que fuera imposible ya comerla.

Mi padre, José Villar, era un soñador, de estos que vuelan y que se olvidan sus zapatos cuando empiezan a despegar del suelo. Además era noctámbulo. Le encantaba la noche con sus respectivas estrellas tiritando a lo lejos, recordándonos que nosotros, los humanos, aunque no encogiéramos, eramos igualmente diminutos. Juntos, mi padre y yo, mirábamos por el telescopio menguante las constelaciones en busca de encontrar indicios del paradero de mamá.

“Aurora Herrero, cuchillo de palo”, así es como la llamaba mi padre cuando quería hacer rabiar a mamá. La recuerdo como si fuera ahora, suave y fuerte a la vez, con una voz dulce pero enérgica y siempre correteando de acá para allá porque no sabía estarse quieta. Creo que es por su hiperactividad que nos cuesta tanto encontrarla cuando la buscamos con nuestro telescopio. Así era ella.

Llegado el día, mi cama y las sábanas me llegaban a la altura de las rodillas y con el frío, que era lo único que aumentaba en Rivas, pillé un resfriado de los de aquí te espero. Un mal día para caer enfermo. Mi padre ya hacía unos días que había comprado el billete de autobús para marcharnos a vivir a otro sitio. “Cualquier pueblo será más grande y acogedor que éste” pronunció con tristeza infinita.

No pudimos marchar, muy a su pesar y con un sentimiento gigantesco de culpa por mi parte. No podía moverme con tanto frío. Ni siquiera el médico, uno de los últimos inquilinos, pudo auscultarme. Allí ya no había nada que hacer más que marchar o dejarse llevar como hizo mamá cuando comenzó la guerra. Vaciamadrid- pensaba yo -con un nombre como éste estaba destinada a menguar sin remedio.

Comenzaron las fiebres y yo era el único que cabía en casa. Mi padre esperando fuera y dándome los pequeños medicamentos desde el portal se estaba resfriando y mucho. Quizás pulmonía con aquel frío. Una vez la fiebre se instaló en mi cuerpo llegaron también las ensoñaciones. Imágenes inconexas y pesadillescas desfilaban por mi frente hasta que acudió mamá y las hizo marchar.

No era más que un sueño pero allí estaba ella con su escoba barriendo mis pesadillas. Cuando las víboras y los basiliscos, las brujas y los monstruos hubieron marchado, ella me besó en la frente y se puso a contarme cuentos. Como un oasis se había instalado en mi enfermedad y ya todo era más llevadero. Todavía me acuerdo que antes de marchar me dijo: Las personas y la memoria sólo mengua cuando la gente se olvida de ellas. No dejes que yo mengue en ti y siempre estaré contigo.

Al despertar, mi padre estaba acuclillado para intentar cobijarse de la ventolera y estaba tapado con cientos de prendas tan encogidas que apenas le tapaban el cuello. “Padre, padre” grité cargado de alegría, “cuéntame historias de Rivas-Vaciamadrid, rescata el pueblo del olvido y podremos regresar a casa”.

Me contó el recuerdo que tuvo de su primera comunión, haciendo tonterías para hacer reír a los mayores mientras los otros niños y el cura rezaban con los ojos cerrados, y la iglesia comenzó a proyectar una sombra más larga. Y el campanario, nos parecía, quería acariciar de nuevo el cielo.

Luego me explicó cómo conoció a mamá y el parque volvió a crecer con sus arbustos y el frío comenzó a menguar. Me habló de mi nacimiento y nuestra casa volvió a ser nuestra. Así unas diez horas mientras yo le ayudaba; primero a ir al médico y luego a colocarle en la cama de nuestra casa de medidas ya absolutamente normales.

Mi padre murió, pero no mengua en mi memoria porque lo recuerdo todos los días y lo llevo en mi corazón. Tampoco mengua Rivas-Vaciamadrid puesto que como historiador rescato siempre que puedo una pequeña historia de mi pueblo, y como inventor improviso cuentos y leyendas que lo enriquecen. Y gracias a ustedes que escuchan mis relatos porque sin audiencia las historias no tendrían sentido. Ustedes llenan Rivas-Vaciamadrid y ayudan con ello a rescatar su pasado y, sobre todo, a engrandecer su futuro.

 

*Aquest conte fou escrit amb motiu del "Festival de Cultura en la Calle" promogut per l'Ajuntament de Rivas-Vaciamadrid. L'equip dondecabentres es presentava amb el títol "Érase una vez dos pueblos", el seu projecte va ser un dels guanyadors i em van demanar un conte que posés èmfasi en la recuperació de la memòria i la seua importància. Rivas-Vaciamadrid van ser dos pobles que foren destruïts durant la guerra i que posteriorment, després de ser reconstruïts, han lluitat per recuperar la seua història i dignificar el concepte de "memòria".

**dondecabentres són Cristina Bestratén, Erik Herrera i Aina Bigorra

http://www.rivasciudad.es/portal/festivalculturaenlacalle/site_contenedor_ficha.jsp?seccion=site_s_fnot_d4_v1.jsp&contenido=22520&nivel=1400&tipo=8&codResi=1&codMenu=736

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Roman Aixendri Cugat va néixer molt jove, a l'edat de zero anys. A mesura que s'anava fent gran s'anava preguntant cada vegada més coses, fins que un dia es va trobar dins de la facultat de filosofia, i després a la de comunicació audiovisual cosa que li provocà més dubtes. Quan no dubta se posa a escriure i viceversa.

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